miércoles, 10 de marzo de 2010
Así actuamos
Estaba en el supermercado haciendo la cola en el cajero. La empleada trabajaba rápido, pero de repente se tildó la máquina. Estampida en la cola detrás de mí. Los de adelante, incluído este escriba nos quedamos, llevábamos tanto tiempo en la fila que casi nos sentíamos como parientes o amigos de toda la vida.
Pasaron unos 10/15 minutos eternos hasta que la electrónica izó bandera blanca. La cola volvió a llenarse. En esos momentos una señora de unos cuarenta y tantos avanzó por el costado con su carrito. Las miradas se posaron sobre ella. ¿Se estaba colando? ¡Qué osadía la de esta mujer! Pidiendo permiso se iba acercando a la caja, hasta que, otra señora de unos setenta y pico le dijo que la fila comenzaba algunos metros atrás.
La más joven, sacó el As de Espadas de la manga y le mostró un cartón de los que utilizan las personas discapacitadas y le señalaba el cartel que tenía la caja encima "Prioridad embarazadas y personas con dificultad para movilizarse" y avanzó con su carro. La reacción no se hizo esperar: "¡Vaya a hacer la fila, Sra. hace una hora que estoy aquí!" le disparó a boca de jarro.
Pensé que la situación iba a explotar, pero muy inteligentemente la cajera actuó de árbitro y le dio prioridad a la discapacitada (nunca supe el problema que tenía) El malestar en el resto de los clientes fue evidente, pero optaron por callarse la boca.
Otro caso. Una persona con muletas en la fila de colectivo, ubicado en la posición 6 o 7. Llega el micro y la gente comienza a subir, todos apretándose en la puerta. Este señor trata de ganar lugar bajándose a la calle y, por ese camino tratar que le dejen el sitio. Solamente una niña delante de él, le da prioridad. Veo con qué dificultad trepa, porque, para variar el chofer detuvo su vehículo un poco lejos de la vereda.
¿Así somos como sociedad? Entonces no nos quejemos.
Más de una vez, dejé que embarazadas pasaran adelante, porque cuando mi señora estaba aguardando a mis hijos, agradecía a aquellos que cumplían con su deber social. La educación es básica.
Mis padres me criaron de esa manera: respetar a los mayores; ceder el asiento a las mujeres, discapacitados o ancianos; ceder el paso; abrir las puertas a las mujeres; ayudar a los que cruzan la calle o estar atento a darle una mano al que lo necesite; no arrojar papeles en la vía pública y si no hay recipientes, guardarlos en el bolsillo para luego tirarlos en casa. Son pequeños gestos, pero que contribuyen a una mejor convivencia entre todos los que habitamos un lugar.
Lamento mucho, que estas demostraciones de convivencia se vayan perdiendo y se deje paso a la ley de la selva. Aunque, algunos animales, son más humanos que los mismos humanos.
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