Estuve en el aeropuerto de Santiago de Chile por razones laborales y, a pesar de todo lo publicado sobre el terremoto, fue grande el impacto de lo que ví. Con el avión uno ve la terminarl aeronáutica de pie y entera, pero cuando ingresamos, comenzamos a notar algunas cosas.
Toda la mampostería del techo dejó de existir y hay amplias zonas de uso público que se encuentran clausuradas. Sin embargo, lo que más impacta son las enormes carpas que están instaladas fuera de la terminal.
En esos lugares están por ejemplo, salas de espera para vuelos nacionales; check in de LAN Chile; agencias de remises, etc. Muchas confiterías atienden bajo algunos techos de lo que es la zona de parking de los autos. Para atender las necesidades fisiológicas de los miles de pasajeros, hay hileras de baños químicos.
No todo está cerrado. Por ejemplo, Aerolíneas Argentinas, atiende dentro del aeropuerto, pero en una zona que era de espera de pasajeros. Hoy, con mostradores y notebooks, más una balanza electrónica pequeña, los empleados reciben con una sonrisa a los pasajeros. El equipaje se desplaza por cintas que en otros momentos, eran utilizados para la movilidad de la gente.
Lo mismo sucede con la parte de Migraciones, en donde las computadoras portátiles tienen un rol más que importante.
A pesar de todo, el control de seguridad es grande. Para llegar al mostrador, se pasan varios controles y caminos alternativos. La inspección de los bolsos y equipaje de mano es férreo. Se resuelve el problema tratando de mantener el nivel de control.
Hay gente trabajando para reparar las averías y creo que el tiempo que les demandará será grande. De todas formas, todos trabajan como si nada hubiera sucedido y lo que se está viviendo es algo normal y natural.
No quiero pensar ni ver lo que puede llegar a suceder en los lugares en donde el temblor fue más fuerte.
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