viernes, 10 de agosto de 2012

Otra vez es ayer

Esta columna de Martín Lousteau (La Nación) resume casi todo lo que vengo publicando en estos últimos tiempos. Evidentemente el ex Ministro de Economía estuvo leyendo a este Escriba ¿o qué otra explicación hay?

Si ponemos una rana en una olla hirviente, inmediatamente intenta salir. Pero si ponemos la rana en agua a temperatura ambiente, y no la asustamos, se queda tranquila. Cuando la temperatura se eleva...a 26 grados...incluso parece pasarla bien. A medida que la temperatura aumenta, la rana está cada vez más aturdida...se queda ahí y hierve. Su aparato interno para detectar amenazas...está preparado para cambios repentinos en el medio ambiente, no para cambios lentos y graduales. Peter Senge, "La Quinta Disciplina" 

La Presidenta suele recordar que el tiempo de las dos administraciones K ya completas se corresponde con el período de mayor crecimiento que la economía argentina ha registrado en los últimos doscientos años. Los datos disponibles, que parten de 1885, muestran algo parecido: 2003-2011 se lleva un impresionante tercer puesto. Con tan exitoso desempeño económico cuesta realmente comprender por qué siguen ocurriendo ciertas cosas en nuestro país, a punto tal que las vamos aceptando como naturales.

La inseguridad dista de mejorar, y transitar ciertas zonas es una travesía llena de acechanzas, digna de Ulises y La Odisea. Pero mientras el héroe heleno debió enfrentar al cíclope Polifemo, la hechicera Circe, las Arpías y las Sirenas en un periplo que duró diez años, muchos argentinos se ven obligados a lidiar con el temor a ser víctimas de un hecho violento casi diariamente.

Con tan exitoso desempeño económico cuesta realmente comprender por qué siguen ocurriendo ciertas cosas en nuestro país

Los trenes descarrilan o tienen accidentes de una manera pavorosamente habitual, en un año en el cual una tragedia ferroviaria se cobró 51 víctimas mortales. La indignación por esas irreparables pérdidas ha pasado a un segundo plano frente a la que genera la imposibilidad de adquirir dólares, lo cual es una patética manifestación de nuestros valores como sociedad. No se trata de defender los controles, que son torpes, innecesarios y han agravado las dificultades en las que estaba entrando la economía. Pero llama la atención que se proteste más porque el banco no nos vende un billete de otro país que por las condiciones del transporte público -y el peligroso estado de muchísimas rutas- que utilizan diariamente millones de argentinos.

Una década después del colapso de la convertibilidad, los piquetes siguen siendo el método de protesta. Viejos conflictos, como el de Kraft, permanecen sin solución y resurgen. Hasta los alumnos más privilegiados de la Argentina, pertenecientes a los dos secundarios estatales y gratuitos de mayor prestigio, toman los colegios y suspenden las clases por problemas de índole menor. Nos hemos ido transformando en una sociedad que reniega del diálogo como instancia para resolver conflictos, y que rechaza cualquier tipo de autoridad.

La Capital Federal no tuvo servicio de subterráneos durante toda la semana, lo cual provoca incomodidades, retrasos y colapsos en la circulación de la ciudad con mayor actividad de todo el país. Mientras tanto, los gobiernos nacional y porteño solamente atinan a deslindar sus respectivas responsabilidades. También los hospitales de la CABA pararon por la falta de seguridad, que también puede considerarse como un resultado más de la misma pugna. Los conflictos con las jurisdicciones subnacionales no terminan allí: las tres principales provincias, Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, están padeciendo -y las últimas dos reclamando en la Corte Suprema- el retaceo de fondos que les corresponden.


En estos días el Congreso está ocupado por dos temas centrales. El primero es la reasignación de depósitos judiciales que hoy se efectúan en el Banco Ciudad y que recibió media sanción. Más allá de la discutible cuestión de fondo, la misma fue lograda por el oficialismo de manera irregular, en franco desprecio por lo que establece el reglamento de la Cámara.

El segundo es la expropiación de Ciccone. A estas alturas, se trata ya de una zaga surrealista. La sesión será presidida por el vicepresidente, sospechado de estar estrechamente vinculado a los accionistas de la empresa, y de haberla favorecido de manera extraordinaria desde su anterior cargo. Aún con este marco general, a los que deben sumarse los antecedentes de la firma (que incluyen cheques mellizos, bonos apócrifos y billetes duplicados), el Estado nacional procedió a su contratación por un monto millonario. Para tomar esa decisión no le importó que, a pesar de los reclamos de la Justicia, sus accionistas no procedieran a identificarse. Serán los mismos dueños anónimos a los que -de una u otra manera- ahora compensará. Y encima antes tuvieron tiempo de hacer al menos una serie de billetes con defectos tan severos que la gente piensa que son falsos.


La Presidenta, en una degradación de su investidura, puede emular un remate televisivo de productos en Angola,llamar "pelado ese" a un ministro de otro país o sostener que la mayoría de los europeos son xenófobos. Y todo sin que ello nos llame la atención o nos sonroje como argentinos. Además, brindamos lecciones de economía a los países desarrollados, cerrando los ojos ante nuestro inaceptable nivel de pobreza, el estancamiento de la actividad o el hecho de padecer la inflación más elevada del mundo.

El respeto de las normas más básicas parece haber devenido una cuestión irrelevante. Quizás por ello es que una consigna como "Vamos por todo" termina sonando habitual o aceptable. O que se esté sugiriendo la necesidad de una nueva reforma de la Constitución Nacional cuando todo lo antedicho demuestra que no hemos aprendido a cumplir con la que hoy tenemos. Es que en la Argentina, como en aquella brillante comedia con Bill Murray llamada "Hechizo del Tiempo", nos despertamos cada día para descubrir que otra vez es ayer. Aunque la temperatura del agua haya inadvertidamente subido unas décimas.

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