Juan Bautista Yofre, en su libro Nadie Fue, escribe sobre el atentado de Rucci:
"(...) 25 de septiembre de 1973. Asesinato del secretario
general de la CGT, José Rucci. Su carrera gremial se desarrolló dentro
de la UOM. Le tocó presidir el retorno de Perón a la Argentina, el 17
de noviembre de 1972. A diferencia de Vandor, Rucci nunca tuvo un gesto
de independencia frente a las directivas de Perón. Apoyó la candidatura
de Héctor J. Cámpora a la presidencia en marzo de 1973. Cuando
la gestión de Cámpora se hizo ingobernable – con el pleno respaldo del
sector peronista de izquierda – Rucci pronunció una de sus frases más
postreras. Se presentó en la sala de prensa de la Casa Rosada y dijo:
“Se terminó la joda”. Horas más tarde, Cámpora renunció. Nunca fue
perdonado. Su asesinato llevó el nombre “Operativo Traviata” (por el
anuncio de las galletitas Terrabussi de “los agujeritos”). Intervinieron
en el atentado, con la conformidad de la conducción de Montoneros,
entre otros, Horacio Mendizábal, Roberto Cirilo Perdía, Norberto
Habberger, Francisco Urondo, Juan Julio Roqué, Julio César Urien y Lidia
Mazzaferro. Las tareas de “inteligencia” les demandó unos cuatro meses
de relevamientos, a las órdenes de Antonio “Nelson” Latorre o “Pelado
Diego”, Miguel Ángel Castiglia y Rodolfo Walsh (“Esteban” o “Doctor
Neurus”). El asesinato de Rucci se realizó dos días más tarde de la
elección que llevó a Juan Domingo Perón a la presidencia de la nación
por tercera vez. Cuando se enteró se lo vio conmovido. Dijo: “Me
cortaron las piernas”. Años más tarde, el diputado nacional Miguel
Bonasso , reconoció que el asesinato de José Ignacio Rucci había
constituido un error de su organización.
Hace pocas horas, también el juez federal Ariel Lijo resolvió que el asesinato del gremialista José Ignacio Rucci, llevado a cabo por miembros de Montoneros en 1973, en pleno gobierno de Juan Domingo Perón, no constituyó un delito de lesa humanidad y dispuso el archivo de la causa.
En el atentado ocurrido en 1976 fueron asesinadas 23 personas y un centenar de hombres y mujeres que allí estaban circunstancialmente resultaron heridos, en muchos casos de gravedad.
Sin considerar que era necesario motivar exhaustivamente una decisión tan trascendental como la de ratificar los fallos de las instancias previas -los de la jueza María Servini de Cubría, la Sala Primera de la Cámara Federal y de la Sala Primera de la Cámara de Casación-, que calificaron los delitos cometidos por la subversión en la década del 70 como delitos "comunes", por oposición a los "crímenes de guerra" cometidos en un conflicto armado interno, la Corte, con el voto de apenas cuatro de sus ministros (que no incluyeron ni al doctor Carlos Fayt ni a la doctora Carmen Argibay Molina, quien tiene la más amplia experiencia en el derecho penal internacional entre todos los ministros de la Corte) el tribunal confirmó lo resuelto previamente en el expediente, declarando prescripto al crimen investigado. Como si en los 70 apenas hubieran sucedido algunos disturbios o desórdenes esporádicos, sin la intensidad requerida para calificarlos de conflicto armado interno, expresamente regulado por las Convenciones de Ginebra de 1949, que son derecho interno en la Argentina desde 1957.
De esta manera, el máximo tribunal evitó pronunciarse explícitamente -aunque sólo para el caso particular recientemente resuelto- sobre la existencia o no de un conflicto armado interno en nuestro país, confiriendo a los terroristas de los 70 un rincón de impunidad.
El resto puede leerlo aquí.
Queda demostrado una vez más, la existencia de los Derechos Humanos tuertos conducida por este gobierno y apoyada por la justicia K.
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