Héctor Recalde quiere presentar un proyecto de ley para que las empresas distribuyan los dividendos de las empresas entre sus trabajadores. Si mal no recuerdo, no es la primera vez que alguien propone esto.
Me parece que este abogado sindicalista no comprende qué significa ser empresario y tener una empresa. Voy a tratar de ayudarlo, dado que, es un asiduo lector de este blog.
Una persona o varios se reunen para conformar una sociedad. Con su patrimonio, o líneas de créditos avalados por sus propios bienes, invierten en lo que consideran un negocio. Arriesgan su capital, con la esperanza de poder multiplicarlo a futuro.
Para ello contratan personal y cumplen con lo que establece la ley. Pagan sus salarios fijados por los sindicatos, hacen sus aportes y depositan las cargas sociales. Este rubro, en general es uno de los costos más altos que tiene cualquier empresa, tal vez relegado por el combustible o la energía, dependiendo del tipo de empresa.
Es decir, los empleados cobran a fin de mes, lo que les corresponde, independientemente de la situación del negocio. Si la cosa no funciona, cobran igual hasta que la empresa quiebra o desaparece.
Sin embargo, si la empresa funciona bien, aquellos socios fundadores comienzan a recibir la devolución de su capital y pueden reinvertir en su propia empresa. Mientras tanto, los trabajadores pueden asegurarse su futuro, sabiendo que la empresa está bien encaminada y que tendrán trabajo por unos cuantos años.
La propuesta de Recalde, es que los empleados sean socios en las ganancias. Recibir un porcentaje de la utilidad de la empresa. Aparentemente es una actitud loable, diría casi como Robin Hood. Mi pregunta es ¿y si no hay utilidad y la empresa pierde dinero? ¿los laburantes aportarán parte de su pequeño capital para ayudar a disminuir dichas pérdidas?
Se socios en las ganancias es un simplismo que solo entra en la cabeza de aquellos que nunca trabajaron. Los que nunca formaron parte de una empresa privada y que tuvieron que afrontar miles de dificultades para sobrevivir.
No conozco ningún empresario que arme una empresa para ser filántropo. No es su objetivo. Pero tengo conocimiento de muchos de ellos, que a sus empleados los tratan muy bien y les dan mucho más de lo que el Convenio Colectivo les indica, porque consideran que su principal capital es la gente que lo rodea.
El sindicalismo de nuestro país, es un fiel reflejo de lo que no hay que hacer. Sindicalistas forrados de dinero, con una vida más que placentera y en algunos casos mejor, que muchos empresarios.
Mientras que, sus afiliados, llegan a fin de mes con lo justo.
¿Y si revisamos que pasa en la conducción obrera?
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