viernes, 12 de febrero de 2010
El lustrabotas filosófico
Cuando quiero enterarme de la temperatura de la sociedad, mejor dicho, de la gente de la Ciudad Autónoma (que no lo es) de Buenos Aires, suelo conversar con los tacheros. El taxi es un medio que suelo utilizar de vez en cuando.
Como alternativa también hablo con los vendedores de revistas y diarios y con los lustrabotas. Ellos tienen bien medido el pulso de todos nosotros.
Hoy, luego de hacer unos trámites en el centro, vi un lugar vacío para limpiar mis zapatos y me senté, el diálogo fue más o menos así:
(Yo) - Hola Maestro, ¿cómo andamos?
(Él, dejando de leer Clarín y me lo pasa) - Sobreviviendo
- ¿Tan mal está la cosa?
- Mire, nosotros somos una familia numerosa. Mis muchachos trabajan y tengo una hija estudiando, la plata no alcanza.
- Sin embargo aquí dice que el Estado le aportó 2.300 millones a Aerolíneas el año pasado
- Si, pero también dice que con ese dinero se hubiera podido mantener a un millón de chicos durante un año. ¿Porqué no la privatizan y los privados se hagan cargo de esa deuda?
- Lo que pasa es que estamos subsidiando a los pocos que viajan por avión.
- Estamos mal. Esta gente (por el gobierno) no actúa bien. Tendrían que dialogar más cambiar un poco.
- Pero si la presidente dice que hay que profundizar el modelo...igual le quedan como dos años más de gobierno.
- No van a llegar. Mire, cuando los negros (sic) ven que no pueden comer van a hacer quilombo. Las cosas están muy caras, ¡no se puede comprar ni verdura! Mire lo que hizo y dijo Mujica en Uruguay. Les habló a los empresarios claramente y les dijo...bueno...que no los iba a joder. Acá lo que hacen es afanar, mire.
Mientras le pasaba el cepillo a mis zapatos, betún y la franela, la conversación siguió sin pausa. Por supuesto que el diario lo doblé y escuché atentamente a este señor, quién, desde esa posición humilde pero pulcramente arreglado, estaba dando una clase de sentido común.
Me despidió con un "¡Que pueda seguir comiendo!" y otro cliente se sentó frente a él.
Mientras buscaba la estación del subte, pensaba que los políticos debieran recorrer la calle o al menos enviar representantes para que escuchen a la gente. Más de uno se llevaría una gran sorpresa y tal vez, ahorrarse el presupuesto de encuestas.
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