Seguramente todavía están discutiendo entre ellos porque no lo pueden creer: fue una movilización masiva a nivel nacional, pese a que lo quieren restringir a la ciudad de Buenos Aires.
Estoy convencido que fue un shock muy grande. Un golpe a la mandíbula del ego de la presidente y sus seguidores más estrechos. Una patada al modelo. Una plantada de bandera a la patota oficial y a la amenaza de tenerle miedo.
La descalificación del gobierno y sus voceros a la gente que participó y a la propia movilización, demuestra claramente que sintieron el impacto. No se lo esperaban y mucho menos, de aquellos que nunca protestan. Familias enteras, sin micros, sin choripanes, sin aprietes, sin punteros, sin banderas políticas ni sociales, dijeron ¡basta!
Las frases fueron de antología: "Una movilización de la izquierda junta la misma cantidad de gente";
"Los opositores deberían armar un partido y ganar las elecciones"; "Les preocupa más lo que sucede en Miami que acá"; “Si uno miraba TN parecía que estaba la Plaza (de Mayo) llena, aunque ni siquiera pisaban el pasto para no mancharse”; “Fueron todos bien vestidos, eran de clase media alta”; “Fue absolutamente funcional a las corporaciones; "Me dan asco los que marcharon"
Como se refirió Van del Kooy "Son sin dudas críticas burdas y
reduccionistas pero altamente efectistas, que remiten a un odio de
clases que evidencia una gran paradoja a considerar: aquellos que
cuestionan a las clases medias que se manifestaron disfrutan del confort
económico propio de las clases altas gracias a su acomodo en el poder
político.
Lo que subyace a este tipo de cuestionamientos
clasistas es claro: sólo a determinados sectores sociales les sería
legítimo manifestarse. Ese es el fundamento escondido. Nada más
contrario a los valores que debería resguardar una verdadera democracia.
Los
concurrentes a la marcha del 13 de septiembre no eran pobres, es
cierto; eran en su mayoría gente proveniente de la clase media que
sostiene, con su sudor y su trabajo, todo el descomunal peso del sistema
asistencialista confeccionado por quienes se dan el lujo de
desmerecerla."
Y agrega "Si algo
dejó en claro la manifestación del 13 de septiembre, es que la
Argentina está socialmente dividida y que las grietas se seguirán
abriendo gradualmente. El periodista ultrakirchnerista Eduardo Aliverti
lo sostuvo con claridad: “Quiero tener con quienes fueron al cacerolazo
una profunda división. Quiero a esa gente cada vez más lejos”.
Otro aspecto que logró esta movilización, fue dejar bien claro que medios están bajo la órbita del gobierno y la mala estategia del oficialismo en su tratamiento. Pablo Sirvén en La Nación lo describe muy bien: "La negación es un cuadro típico del diván psicoanalítico. Cuando nos
acorrala un problema delicado, la tentación de desconocerlo es un
fallido mecanismo de autopreservación que sólo posterga lo que, de todos
modos, en un momento deberemos afrontar.
Algo de eso hubo, tanto en el Gobierno, como en su caja
preferida de resonancia, los medios oficialistas. Tendieron a
ningunear, quitarle importancia o se mofaron de las protestas que
tuvieron lugar en la noche del jueves último, tanto en distintos puntos
de la ciudad de Buenos Aires, con centro en Plaza de Mayo, como en
varios lugares del interior del país.
Comparando con la anterior
ofensiva callejera anti-K -durante el conflicto con el campo, en 2008,
cuyos efectos el oficialismo pagó en las urnas al año siguiente-, esta
vez la cobertura televisiva fue mucho más restringida porque los nuevos
medios K, y los cooptados por el Gobierno, le restaron trascendencia o
prefirieron mirar para otro lado. La ocasión sirvió para demostrar que
ésa es la verdadera y última intención del Gobierno: no se trata de
conseguir que haya una mayor y real diversidad de medios frente a los
tradicionales, sino que los nuevos respondan por acción u omisión a la
Casa Rosada, mientras el movimiento de pinzas se cierra sobre los que
tienen audiencias y lectorías genuinas. Paradójicamente lo único que
lograron es regalarle una mayor audiencia "concentrada" a TN y El Trece
(ambos medios del Grupo Clarín), que consiguieron así un rating
inusitado, en tanto las señales oficialistas se hundían en soledad."
Ni hablar lo que publicaron los medios escritos al día siguiente.
Quedaron groggys y todavía no reaccionan. Y, de la misma manera que "Maravilla" Martinez en su último round, están tirando golpes de puño a diestra y siniestra, esperando que pasen los segundos.
La gran diferencia, es que nuestro boxeador se alzó con la corona mundial. Mientras que, nuestra reina, todavía le quedan muchos rounds para pelear.
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