domingo, 26 de junio de 2011

De felpudo a trapo de piso


Los columnistas de todos los medios escritos, hoy domingo, dedicaron sus escritos a tres temas puntuales:
- La desingnación deBouludo como vice de nuestra reina
- La vuelta de espalda de la reina, al peronismo
- La imposición de Mariotto como vice del "felpudo" Scicoli

En todos los casos, se afirma que estos nombramientos sumados a las listas de legisladores, ocupados principalmente por representantes de La Cámpora, es una factura que el peronismo tradicional le hará pagar al Cretinismo, perdón, al Cristinismo ahora o en el ballotage.

También se destaca la pobre actitud de Scioli, recordando las palabras de su hermano (hoy devenido primer candidato a diputado provincial del colorado De Narvaez) cuando dijo:"que se puede esperar de un gobernador que no puede elegir a su vice" En algunos casos se trató de disimular explicando lo que había conseguido a cambio.

La realidad es que hace tiempo, que desde este humilde rincón vengo tildando al gobernador provincial de "Chirolita" o "Felpudo". Creo que después de esto, pasó a ser "Trapo de piso"

Estas son las últimas palabras de la columna de Nelson Castro en su columna en Perfil, haciendo referencia a un supuesto diálogo entre él y un "referente de la génesis del kirchnerismo alejado ya del Gobierno"
Scioli: —¿Qué puedo hacer ante esto?
I: — Andá a Olivos y decile a la Presidenta que vos querés designar a tu vice.
Scioli: —No puedo hacer eso.

I: —Entonces andá a Olivos y llevale a la Presidenta una terna de candidatos para que ella elija.
Scioli:—Eso tampoco puedo hacerlo.

I: —Entonces reuní a tu Gabinete y fijate cómo podés hacer para que los medios no te hagan quedar como un pe…


Vamos a ver como responden los bonaerenses ante esta rendición de su actual gobernador.

viernes, 24 de junio de 2011

Fue un anticipo de Noticias, tres años atrás

Publicado el 28 de junio de 2008, gentileza de Alejandro M.C.

En ese entonces todos miraban para otro lado.

jueves, 23 de junio de 2011

Un episodio deplorable


El capitán de fragata Pedro Edgardo Giachino murió en combate en las islas Malvinas el 2 de abril de 1982, luego del desembarco argentino en el archipiélago del Atlántico Sur. Por ofrendar su vida por la Patria mereció honores post mórtem y recibió la Cruz al Heroico Valor en Combate. Sus restos descansan en la ciudad de Mar del Plata, donde hoy reside su familia.

Una foto que recordaba su memoria colgaba, hasta no hace mucho, en una de las paredes de la sala del Concejo Deliberante del partido de General Pueyrredón, a manera de homenaje póstumo.

Sorpresivamente, alguien decidió que, a raíz de que Giachino había sido, de pronto, acusado por alguna organización de derechos humanos como presunto represor en la década de los 70, debía descolgarse de inmediato el cuadro, pese a que ningún juez ha examinado su caso en particular y, menos aún, emitido una sentencia sobre su conducta. Dejando de lado arrogantemente el principio de presunción de inocencia, un funcionario de segundo nivel decidió retirar el cuadro de la sala, por las suyas, y sin someter semejante acción siquiera a la consideración del Concejo.

Al tomar estado público, el hecho provocó una reacción comprensible de su dolorida familia, que acaba de solicitar que no se reponga el retrato en el lugar en que había estado emplazado, en momentos en que la cuestión del retiro del cuadro iba a ser objeto de debate en el seno del propio cuerpo legislativo, que había resuelto tardíamente reanalizar el hecho consumado.

Resulta lamentable que se haya ofendido desaprensivamente la memoria de un oficial de nuestra Armada, que ofrendó noblemente su vida en la Guerra de las Malvinas.

Más allá de los sentimientos encontrados que nos puedan provocar hoy aquellas acciones bélicas en el Atlántico Sur, la memoria de nuestros valientes soldados no debe ser manchada.

Editorial La Nación

Como ex veterano, vengo recibiendo muchos email desde que se cometió este atropello a la justicia y honor de un verdadero héroe. Se que hay un mar de fondo muy grande en Mar del Plata y que, por ejemplo, toda la tripulación del submarino San Luis que recibió un diploma del Consejo Deliberante de esa ciudad, va a devolverlo.

Es una verdadera vergüenza lo que hacen estos "ladriprogresistas" de cuarta, escudados en falsos Derechos Humanos. Pero también, son muy bajos de moral, todos los integrantes de este cuerpo que dejaron hacer.

Dentro de poco, van a bajar los cuadros de San Martín, porque habrá alguna denuncia anónima que diga que mandó azotar a un reo.

Esto es lo que generaron K y nuestra reina, devenida en viuda.

Cuando vaya a votar, haga un poco de memoria.

lunes, 20 de junio de 2011

El derrumbe

Por Ricardo Lafferriere
Todo el andamiaje ético y argumental desarrollado por el kirchnerismo para sostener su edificio político ideológico está soportando una conmoción sistémica. Los velos descorridos dejando ver la inmoral utilización de la bandera de los derechos humanos para hechos de corrupción de una cuantiosa dimensión económica no son sólo un traspié aislado de algún descarriado militante.

Diversas informaciones, de fuentes varias, han permitido conocer que estos hechos eran conocidos no sólo por Hebe de Bonafini, sino por la propia presidenta de la Nación, que en repetidas oportunidades en los últimos años le requirió a la presidenta de la Fundación el alejamiento del descalificado “hijo” putativo de las funciones desempeñadas en la entidad, llevando a su conocimiento los informes que sobre el tema recibía de los organismos de información del Estado.

Nada hizo Bonafini, pero tampoco nada hizo la presidenta. En un país que atormentó a un ex presidente por la lejana sospecha de que podría haber estado en conocimiento de un presunto hecho de corrupción no probado sobre varios Senadores para obtener la eventual sanción de una ley, este nuevo episodio no pasará desapercibido ni quedará en el olvido.

Cuando avance la causa y se compruebe que la presidenta conocía el tema y no actuó, su responsabilidad por el desfalco económico será tan fuerte como lo es hoy su responsabilidad por el desfalco político y la burla a principios que los argentinos sentimos en nuestras convicciones más profundas, único saldo que podríamos calificar de “positivo” de los sufrimientos de los años de plomo.

Porque el principal desfalco es el ético. La sensación de humillación, de burla a la confianza y de indiferencia –cuando no de complicidad e intento de encubrimiento- por la magnitud de la traición.

¿Son ellos los que acusaron al menemismo de traicionar las banderas peronistas en los 90? ¿Son los mismos que demonizaron a Duhalde, que los había sacado de su lejano desconocimiento, en una desagradecida e interesada maniobra?

¿Fueron ellos los que se llenaron la boca con hipócritas acusaciones descalificantes por la presunta “traición de Cobos”, llevando al país al borde de un enfrentamiento fraticida, nada más que porque impidió una mega defraudación de la que serían beneficiarios?

Hoy se acerca el final, sólo demorado por los efectos narcotizante de un recalentamiento inflacionario y la euforia consumista, que sin embargo no alcanza a quienes creyeron sinceramente en la honestidad del mensaje justiciero.

Es curioso, pero innegable. Ni Skanska, ni el bolso de Micelli, ni la valija de Antonioni, ni los casinos de Kirchner y López, ni los sobreprecios de autopistas y gasoductos, ni los negociados con la importación de gasoil de Venezuela y gas de Bolivia, ni la confiscación de los ahorros previsionales, ni el saqueo de las reservas del Central, ni la inflación creciente, ni el gigantesco enriquecimiento injustificado de la pareja presidencial, que en dinero significan infinitamente más, ha golpeado tanto a la conciencia de los argentinos y al prestigio del gobierno como el desfalco de la Fundación de Madres de Plaza de Mayo.

Es que no ha sido sólo un desfalco con contenido exclusivamente económico, sino a la confianza colectiva y sincera en un discurso ético, el que relativizaba la condena a todo lo anterior con una aparente justificación de fondo.

El sistema K ha empezado a desmoronarse. Y aunque su derrumbe no será abrupto, como sí lo fue la pérdida de confianza de los argentinos honestos en su mensaje aparentemente justiciero, su final ya comenzó.

Este final avanzará al compás del acercamiento de la crisis producida por el aumento del endeudamiento, el desboque inflacionario, la destrucción del Estado y el irresponsable jubileo consumista financiado por el saqueo de las jubilaciones, de las reservas y lo más dinámico de la producción nacional. Con la llegada de la nueva crisis implosionará el inviable “modelo” que sirvió para enriquecer a los cortesanos.

Pero el inicio del derrumbe es ahora, al quedar al descubierto la hipocresía del discurso mayor de vestir con laureles épicos lo que no ha sido otra cosa que una inteligente utilización de las mejores aspiraciones de los argentinos de vivir en un país sin impunidad, para esconder tras ellas uno de los regímenes más corruptos e inescrupulosos de la historia nacional.

lunes, 6 de junio de 2011

Falleció Carlos Robacio, contraalmirante: 74 días en Malvinas


En la Argen­tina de la impu­ni­dad, la falta de valo­res y la extrema corrup­ción, falle­ció un héroe anó­nimo de una gue­rra de la cual él no tuvo culpa, sino que ofrendó sus ser­vi­cios de un mili­tar cuyo nom­bre guar­dará la his­to­ria en algún lugar que llegó a con­fe­sar: “Yo no soy ni bravo, ni valiente, ni nada por el estilo. Soy un hom­bre común. Tengo miedo cuando cruzo la calle. Pero en Mal­vi­nas no pude tener miedo”.

De la locura de la gue­rra de Mal­vi­nas no tie­nen culpa quie­nes par­ti­ci­pa­ron. Ellos son héroes no reco­no­ci­dos por una socie­dad que no los tiene en cuenta. Per­die­ron por­que no podía ganar frente a un adver­sa­rio por demás pode­roso pero cum­plie­ron con su deber.

Uno de ellos acaba de falle­cer, su nom­bre Car­los Roba­cio, marino con el grado de con­tral­mi­rante. Per­te­ne­ció a nues­tras ins­ti­tu­cio­nes mili­ta­res que mere­cen el mayor res­peto, por más que algu­nos inte­gran­tes como en todas las orga­ni­za­cio­nes hayan tras­pa­sado las fron­te­ras de los dere­chos que deben ser respetados.

Roba­cio es el típico argen­tino que, en silen­cio, hizo, tal como hacen y segui­rán haciendo la mayo­ría de sus ciu­da­da­nos, aque­llas tareas deva­lua­das en una socie­dad con los valo­res sub­ver­ti­dos, donde los igno­tos tra­ba­jan, estu­dian mien­tras los delin­cuen­tes sobre­sa­len impu­nes y hasta reco­no­ci­dos como los ‘pio­las’ de una pelí­cula equivocada.

El con­tra­al­mi­rante muerto relató sus días en Mal­vi­nas de la siguiente forma:

Tenía a mi mando 700 hom­bres del bata­llón, y alre­de­dor de 200 efec­ti­vos del Ejér­cito, con los que lucha­mos en el momento más crí­tico y más feroz del ata­que bri­tá­nico; pese a ello, se regis­tró un grado increí­ble­mente ínfimo de bajas: 30 muer­tos y 105 heri­dos. Como con­tra­par­tida, les pro­vo­ca­mos al enemigo el más alto número de muer­tos: aun­que no lo reco­no­cen ofi­cial­mente, en la zona donde peleó el BIM 5 los bri­tá­ni­cos per­die­ron 359 hom­bres. ¿De dónde saco esa cifra? Ellos mis­mos me la dijeron.

De los 74 días que pasa­mos en Mal­vi­nas, 44 reci­bi­mos fuego per­ma­nente sin poder res­pon­der. Sólo los 4 ó 5 últi­mos días fue­ron de real com­bate para noso­tros. Recuerdo un momento del último día, el 14 de junio, a las 10 y media de la mañana. Era un momento muy crí­tico. Nos está­ba­mos reple­gando sobre Sap­per Hill, desde Tum­ble­down y Williams. Veo que el segundo coman­dante, Daniel Ponce, capi­tán de fra­gata, cae, ago­tado, ren­dido. El fue un segundo coman­dante per­fecto, un ejem­plo. Cuando cae, dos cons­crip­tos van a auxi­liarlo. No estaba herido. Estaba ago­tado, no podía más. Ponce ordena a los cons­crip­tos que lo dejen. Ellos le dicen: “Si hay que morir, mori­mos los tres”. Lo ayu­da­ron, lo levan­ta­ron, lo lle­va­ron y los tres salie­ron con vida. A esto yo le llamo cohesión.

Todos sabían lo que esta­ban haciendo. Me con­mo­vió la entrega del sub­te­niente Silva, del Ejér­cito, que se incor­poró a mi uni­dad cuando se replegó el Regi­miento 4. Silva era un valiente. Vino y me dijo que lo des­ti­nara en el lugar donde se iba a luchar más dura­mente. Fue a Tum­ble­down. Murió con sus 4 sol­da­dos, peleando con la mayor bra­vura. Allí esta­ban los esco­ce­ses (muy bue­nos, como los para­cai­dis­tas ingle­ses) y los famo­sos gurkhas, que eran pura pro­pa­ganda. Caían como mos­cas. Tam­bién recuerdo a un cons­cripto que des­obe­de­ció mis órde­nes. En un momento del com­bate en que los bri­tá­ni­cos eran recha­za­dos, él corrió detrás de ellos, baleán­do­los sin parar. Yo le ordené que se detu­viera. Pero él siguió. El fuego enemigo lo alcanzó y cayó muerto. Yo mismo lo ente­rré, estaba a 500 metros delante de las posi­cio­nes en que debía estar y rodeado de enemi­gos muer­tos. Actos de arrojo así hubo a mon­to­nes, aun­que no por des­obe­de­cer mis órdenes.

Yo no soy ni bravo, ni valiente, ni nada por el estilo. Soy un hom­bre común. Tengo miedo cuando cruzo la calle. Pero en Mal­vi­nas no pude tener miedo. No pude tenerlo por­que creo que Dios no me dejó tenerlo, y la preo­cu­pa­ción por mis hom­bres, su entrega, obvia­mente no me podían per­mi­tir el pri­vi­le­gio de tener miedo.

Sí sentí amar­gura. Ha sido la más grande amar­gura de mi vida, en dos momen­tos crí­ti­cos: uno, cuando tuve que orde­nar el inicio del replie­gue hacia Sap­per Hill; y el segundo, terri­ble, cuando entró mi bata­llón, des­fi­lando, armas al hom­bro, entero, a Puerto Argen­tino. Eso sig­ni­fi­caba la ren­di­ción. Ahí aflojé. Más de uno me habrá visto llorar.

A las 3 de la madru­gada del 14 de junio hici­mos uno de los con­tra­ata­ques más inten­sos con­tra el enemigo, en Tum­ble­down, junto con la com­pa­ñía de Ejér­cito del mayor Jai­met. Ellos son los que cho­ca­ron con los famo­sos gurkhas.

Los nues­tros eran más o menos 150 hom­bres. Ellos eran entre 800 y 1.000. Allí con­cen­tré fuego de la arti­lle­ría del Ejér­cito (de los gru­pos 3 y 4, que me apo­ya­ron indis­cri­mi­na­da­mente, con el coro­nel Balza y el coro­nel Que­vedo). Según me contó luego el gene­ral inglés Wil­son, de la Quinta Bri­gada –con quien con­versé cuando estuve pri­sio­nero– allí sólo quedó un ter­cio en pie. Los barri­mos. Aun­que ahora lo nie­guen, fue así.

Todo un regi­miento de ellos cho­caba con­tra 60 u 80 hom­bres míos, y los baja­mos sin asco, y los para­mos. Una de las pre­gun­tas que me hicie­ron fue por qué no había con­tra­ata­cado, si les había­mos que­brado el ata­que. Yo tenía a la com­pa­ñía Mar lista para el con­tra­ata­que. Pero la reali­dad es que, cuando podía­mos hacerlo, ya no tenía­mos muni­ción. Por otra parte, había lle­gado la orden de replie­gue. Sobre nues­tras posi­cio­nes caían mil pro­yec­ti­les de obu­ses por hora, ade­más del bom­bar­deo naval, más los avio­nes y los heli­cóp­te­ros. Era tre­mendo. Así y todo, podía­mos haber con­tra­ata­cado, de haber tenido un poco de muni­ción. Pero no hubiera cam­biado el curso de la bata­lla. La suerte estaba echada.

Claro: los ingle­ses no sabían mi situa­ción real. Espe­ra­ban el con­tra­ata­que nues­tro. Reza­ban, me dije­ron, para que no con­tra­ata­cá­ra­mos. Pero. ¿Con qué?… Cuando les conté que noso­tros éramos un bata­llón, no lo podían creer. Tam­bién recuerdo que, en el momento de deci­dir el con­tra­ata­que, llamé a los ofi­cia­les de mi Estado Mayor y les conté mi plan. Tomé la carta e hice un esbozo de las órde­nes. Ellos se mira­ron entre sí. No decían nada. Cumplieron.

Pero des­pués del 14 de junio, a mí me había que­dado una duda: ¿por qué se mira­ron entre ellos? Un día se los pre­gunté. Me dije­ron que pen­sa­ban que yo estaba loco. Enton­ces, una vez que pasa­ron las cosas y ter­minó, yo seguí pre­gun­tando: ¿Y uste­des qué hubie­ran hecho, aún así? ‘Hubié­ra­mos cum­plido la orden. Punto’.“Eso era el BIM 5. Eso es lo que vale. La con­fianza. Pero qui­siera des­ta­car que en Mal­vi­nas cada uno luchó con lo que pudo, y con lo que tuvo. Por cada uno de noso­tros caían seis o siete de ellos. Ahora ya saben que no les tene­mos miedo, que no somos indios y que sus sol­da­dos no van a venir de pic-nic.”

Fuente: Urgente 24

Autor: Jorge Héctor Santos