sábado, 20 de noviembre de 2010

Apología de un bife


Enviado por un amigo, que comparto contigo.

La morocha apretó los dientes. Se podía ver cómo le subía la ira, de abajo hacia arriba, de la base a la cima, de la raíz a la copa.

No era para menos. El grandote canoso vociferaba según su costumbre, extendiendo y agitando el brazo derecho, como vitoreando al fuhrer.

Nunca había sido un hombre de ideas, de hecho parecía más sencillo extraer una reflexión sensata de un paramecio que de él, pero allí donde hubiera gresca, griterío y agitación, el grandote canoso sabía hacer su trabajo.


La morocha no iba a permitir que mancillaran a su hombre, que tal vez fuera un bocón impresentable, pero era su hombre.

El grandote la había acosado durante mucho tiempo, apretando ese invisible botón doloroso, una y otra vez. Ella era una mujer inteligente y, cuando cuadraba, valiente.
El grandote no.

Ya había sido diputado cuando era rubio y no tenía canas, allá por 1973. Renunció a su banca cuando el General promulgó una ley que endurecía las penas contra los milicianos de la Juventud Maravillosa. Y como él también jugaba en ese equipo, fue expulsado del Partido.

Algunos dicen que participó del ataque al cuartel de Formosa, en 1974. Otros dicen que no.

Como los jóvenes maravillosos ametrallaron a los conscriptos que defendían el fortín, quedan muy pocos a quienes preguntarles.
Si me piden mi opinión, yo no creo que el grandote haya estado en esa patriada. Su perfil es más afín al de los quebrados que sobrevivieron delatando a sus compañeros.

Pero ya estoy especulando y yo sólo quería referirme a la morocha encrespada y a su homérico bife.
La génesis del bife fue ostensible, al menos dos segundos antes de que los músculos de la morocha empezaran a moverse.

La ejecución no fue de las mejores. Digamos, una mezcla de Cortito de Karadagián y cachetazo de novela de la tarde. Sin embargo, al grandote se le sacudieron las solapas del enternecedor saquito beige que usa para las sesiones.


Lamentablemente el audio del episodio no fue de lo mejor. No creo que haya sonado “Plaf”, porque le faltó contundencia. Me inclino por el “Ploc”. Igual, creo que gratificó a millones de compatriotas.


Por supuesto, con la misma rancia urbanidad que utilizaron para editorializar el paso a la eternidad del Jefe del grandote, la mejor prensa del país reprobó el bife. No importa. La morocha es una heroína popular, la reina del bife. Porque eso fue: ni cahetada, ni sopapo, ni bofetón, ni puñetazo, ni pescozón, ni moquete, ni tapaboca.

Bife.


Obviamente, ministros y legisladores del “proyecto”, reaccionaron horrorizados. Se reprodujo en miniatura la misma lógica que acompasó al drama de los 70: provocación - reacción - victimización. Sólo que entonces era “Yo te secuestro y te mato porque soy idealista. Cuando vos me matás a mi sos genocida”.

Hoy fue, por suerte, menos cruento. Sólo un bife.


Pero qué lindo bife…

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