Recuerdo que tenía una carpeta con recortes de diarios (¿dónde la habré dejado?) donde iba pegando las noticias de los diferentes proyectos aunque dedicado en forma casi exclusiva al Apollo.
Cierta noche en casa comenzó un movimiento extraño. Mis padres sacaron a la cochera descubierta el televisor a válvulas blanco y negro y armaron un especie de platea con las sillas que teníamos. Prolongador de cable, prender el televisor y ajustar la antena en el único canal disponible en ese entonces en Bahía Blanca. Lentamente los vecinos del barrio se ubicaban en los espacios disponibles y otros, con su banquito a cuestas se hacían lugar en donde podían.
El acontecimiento era ¡ver en directo el alunizaje de la Apollo 11! Al principio nos enganchamos todos, pero a medida que pasaban los minutos, el tema dejó de ser divertido y preferimos salir a jugar con el resto de los amigos. Niños inconscientes que no comprendíamos el momento histórico que estábamos viviendo. El disgusto de mi padre fue tan grande, que me fui prometiéndole que volvería cuando me avisara que el astronauta estaba bajando para pisar la luna.
Las imágenes no eran muy nítidas, pero la explosión de alegría de todos los presentes cuando Neil puso su enorme bota en la luna fue grande. Casi, casi como si Argentina hubiera metido un gol.
¡Qué recuerdos! A pesar de mi corta edad, todavía guardo esas imágenes que, gracias a mi padre, pude presenciar en vivo y en directo en lugar de estar pateando una pelota de trapo en la cortada de tierra a la vuelta de casa.
Tuve la oportunidad de visitar el Kennedy Space Center, ver las reliquias de entonces, el Space Shuttle y la construcción de las partes de la plataforma orbital. Y la historia se repitió con mis hijos. Ajenos a lo que estábamos viviendo, ¡estaban más preocupados con la comida, bebida y shopping que de ver y escuchar con las comunicaciones de entonces, el despeque de la Apollo 11, en la propia sala de control que se utilizó en 1969!
Hoy veo en las fotos a esos valientes astronautas envejecidos y los sigo contemplando con esa misma admiración de hace cuarenta años atrás; más aún, luego de conocer en donde se metieron y con qué tecnología viajaron. La frase del astronauta Eugene Cernan "Tengo más tecnología en mi celular que en la Apollo" define claramente lo que fue esa epopeya.
Un merecido recuerdo para todos aquellos que participaron y participan de los viajes espaciales, sin distinción de raza, credo o país de nacimiento. Todos ellos son una casta especial que merecen estas humildes líneas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario