"Hay veces en las que algunas personas fingen estar tristes para dar pena a los que las rodean y conseguir su compasión. También hay personas que, aunque realmente no lo sientan de verdad, lloran para que se las perdone por algo malo que han hecho, pero no son lágrimas de sufrimiento ni de pesadumbre real, sino que son más bien fingidas.
Pues bien, a todas esas lágrimas derramadas sin sentimiento, que no son de verdad, sino que son fingidas (es decir, dando a entender lo que no es cierto) se las llama lágrimas de cocodrilo.
¿Y por qué se le llama a esto lágrimas de cocodrilo? Pues bien, parece ser que los cocodrilos, para mantener la hidratación de sus ojos cuando están fuera del agua, segregan un líquido acuoso que mantiene sus ojos en perfecto estado y, aunque desde fuera parece que están llorando, tranquilos, no es que estén sufriendo o que sientan pena por algo, es una respuesta natural de su cuerpo para evitar la deshidratación de sus ojos."Mi estimado amigo -inteligente como son todos los lectores que siguen a este Escriba- ya se habrá dado cuenta hacia adonde voy.
Desde que nuestra Reina se convirtió en viuda, además del religioso luto (ya pasado de moda) que solo sirve para recordarnos que Don Nestor no se encuentra entre los mortales, en casi todos sus discursos la voz quebrada y los ojos húmedos, pasaron a formar parte del repertorio y puesta en escena, casi como un coreografía de ballet, que se agregaron a otros tantos movimientos estudiados que tanto gustan a Cristina y su entorno.
Lo que al principio podía ser una situación creíble y hasta casi comprensible, hoy pasó a ser algo vodebilesco. Más aún, cuando nos enteramos que su marido le hacía crecer la cornamenta de ciervo a través de la amante que salió a la superficie lo que hasta ese momento era ternura y comprensión, pasó a ser un mar de cuestionamientos. ¿Se acuerda la puesta en escena del cajón vacío en casa de gobierno?
Vaya comprando pañuelos de papel, porque tendremos lágrimas como para llenar el Chocón. ¿Sabe cuántos discursos nos quedan?
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